Los alimentos ultraprocesados están diseñados para ser irresistibles. Gracias a su combinación de sabores intensos, texturas atractivas y efectos en el cerebro los convierte en opciones difíciles de dejar.
Pero, ¿qué dice la ciencia sobre esta adicción a los alimentos ultraprocesados? Revisemos un poco cómo afectan al cuerpo y qué estrategias pueden ayudar a reducir su consumo.
Algo a lo que debemos poner ojo, especialmente porque el rápido avance de los alimentos ultraprocesados, las bebidas azucaradas y la comida rápida en América Latina y el Caribe preocupa enormemente a la Organización Panamericana de la Salud (OPS) desde hace varios años. Tanto, que algunos expertos llaman la diversificación y venta de alimentos ultraprocesados, como una epidemia invisible que no para de avanzar.
¿Qué son los alimentos ultraprocesados?
Los alimentos ultraprocesados son productos industriales que han pasado por múltiples etapas de procesamiento y contienen aditivos como conservantes, saborizantes y colorantes artificiales. Algunos ejemplos son las gaseosas, los dulces empaquetados, los embutidos y los productos de bollería industrial.
Estos productos suelen ser altos en azúcares, grasas saturadas y sodio, pero bajos en fibra y nutrientes esenciales. Su composición influye directamente en la forma en que el cerebro los percibe y los anhela.
El impacto de los ultraprocesados en el cerebro
Los alimentos ultraprocesados activan los centros de recompensa del cerebro de manera similar a sustancias adictivas como la nicotina o el alcohol. Esto se debe a: liberación de dopamina, alto índice glucémico, texturas y sabores optimizados.
Según un estudio publicado en la revista científica Cell Metabolism, el consumo frecuente de ultraprocesados puede modificar los circuitos cerebrales y hacer que el cuerpo los prefiera frente a opciones más saludables.
De hecho, en uno de los estudios señalan que "la mayor disponibilidad y consumo de alimentos ultraprocesados se ha asociado con el aumento de la prevalencia de la obesidad".
Además, se trata de una tendencia es impulsada por el marketing y la publicidad irrestricta de estos productos en un mercado que está prácticamente desregulado en América Latina, según datos que ha entregado durante los últimos años la OPS.
Y como un dato más: según la Organización Mundial de la Salud , Chile es el séptimo país que más alimentos ultraprocesados consume en el mundo. Esto, a pesar de la Ley de Etiquetado de Alimentos en Chile (desde 2016), que exige que los alimentos preenvasados tengan etiquetas de advertencia en el frente del paquete si contienen altos niveles de calorías, azúcares, grasas saturadas o sodio.
¿Cómo reducir el consumo de ultraprocesados?
Reducir su consumo no significa eliminarlos por completo, sino tomar decisiones más informadas y equilibradas. Algunas ya las hemos mencionado en diversas notas que hemos compartido en nuestro Blog Bigu.
Leer etiquetas: identificar ingredientes como jarabe de maíz alto en fructosa, grasas trans y aditivos artificiales.
Optar por alimentos reales: priorizar frutas, verduras, proteínas naturales y cereales integrales.
Planificar las comidas: preparar opciones saludables con anticipación para evitar recurrir a los ultraprocesados por conveniencia y/o rapidez.
Regular el azúcar: disminuir gradualmente la ingesta de azúcares añadidos para reeducar el paladar.
Los alimentos ultraprocesados no solo afectan la salud física, sino que también influyen en la química del cerebro, haciendo que sean difíciles de dejar.
Sin embargo, con cambios progresivos y planificación, es posible reducir su impacto en nuestra alimentación y bienestar, sin necesidad de dietas restrictivas, ¡solo consciencia tener más consciencia sobre lo que comemos!